La historia de
hoy se sitúa en un Polígono Industrial a las afueras de la ciudad donde la
crisis como en muchos otros lugares había hecho mella, abandonándose muchas de
las naves que allí se encontraban. Sólo una empresa de productos eléctricos
continuaba, pero sólo lo hacía de forma provisional como almacén hasta que pudiera
conseguir un mejor emplazamiento para albergar esos valiosos productos. Sin
embargo, a pesar de ello, no quisieron dedicar demasiado presupuesto a la
seguridad del lugar, no más que la contratación de un vigilante para cada
turno. Y justamente ahí es dónde entra en escena el protagonista de esta
historia, de nombre Jorge, el cual después de varios años desempleado veía con
optimismo una nueva oportunidad como vigilante de seguridad en el turno de
noche.
No le habían contado
mucho del sitio donde iba a trabajar, aunque recordaba que hacía algunos años
había escuchado el nombre de ese Polígono Industrial como un lugar muy
próspero, pero que ahora la crisis se había cebado con él. Tras firmar su
contrato, en la sede de la empresa, le desearon suerte y ánimos, asegurándole
que si todo iba bien contarían muchos años con él. Sin embargo, se guardaron un
pequeño secreto y es que en los últimos meses cada semana habían tenido que
cambiar de vigilante, ninguno había conseguido prolongar sus rondas más allá de
un par de noches. Lo que allí ocurría era desconocido para la empresa, pues
ninguno de los vigilantes, algunos con una dilatada experiencia profesional
había dicho ni una sola palabra referida a lo que ocurría. Sea por la razón que
fuera, lo cierto es que en todo aquel Polígono la actividad laboral había
cesado de manera repentina, todo ello justificado desde la quiebra por la
crisis económica, pero que en el fondo no dejaba de ser una forma de maquillar
la situación de cara a la opinión pública.
Jorge estaba feliz,
sin embargo no dejaba de tener ese “pellizquillo” que todos tenemos el primer
día de trabajo. Después de almorzar, intentó dormir la siesta para poder estar
descansado de cara al primer turno de noche al que tendría que enfrentarse. No
dejaba de pensar e intentaba imaginar como sería aquel lugar y para ello cerró
sus ojos. Tenía una sensación rara, pero todo lo podía superar con la ilusión
de un nuevo trabajo. Finalmente logró descansar varias horas, se levantó de su
cama y se dirigió al armario para preparar lo necesario para su trabajo. Se
preparó, y respirando hondo bajó al garaje en busca de su coche. Incluso, salió
antes de lo que tenía previsto, pues le gustaba ser puntual.
Tras unos 40
minutos de camino llegó al Polígono que estaba prácticamente a oscuras, y con
la puerta que permitía el acceso a los coches a medio abrir. De repente observó
desde la lejanía dos faros de un coche que llegaba a toda velocidad, parecía por
como iba vestido, su compañero del otro turno, y aunque le hizo señales no
detuvo su vehículo. Jorge se quedó un poco sorprendido y no sabía si había
ocurrido algo, o simplemente aquel tipo era un maleducado. Así que un poco
confundido se dirigió al final de aquella calle donde ya podía ver su lugar de
trabajo iluminado si acaso con un par de luces en la entrada principal.
La primera
impresión que tuvo es de abandono, el lugar estaba sucio y en uno de los laterales
de la nave había unas vallas de una obra que habían iniciado no se sabe hace
cuanto tiempo, quedando una parte abierta a la calle con esta simple
protección. Eso le dejaba un poco inquieto, pues nadie le había dicho nada. Encendió
las luces interiores para inspeccionar aquel lugar para él desconocido. Observó
maquinaria, talleres, y numerosas puertas que tendría que abrir y ver lo que
había, en parte por su labor profesional, pero también por curiosidad. Siguió
adelante y cuando quiso entrar en aquella habitación, se oyó un fuerte
estruendo y la luz se apagó.
Corrió por los
pasillos hacia donde se encontraba el cuadro general de las luces intentado dar
respuesta a lo que estaba sucediendo, con su arma reglamentaria en mano, pero
allí no había nadie. Intentó volver a encender los focos sin embargo nada hacía
contacto y no consiguió su objetivo. No estaba tranquilo, todo el polígono
había quedado a oscuras y con un posible ladrón merodeando por los alrededores.
Cogió su linterna y continuó de forma sigilosa hacia las puertas que antes
había dejado sin inspeccionar.
Abrió una
puerta que accedía a los servicios, había unas duchas, donde daba la sensación
de que tras la última jornada laboral todo había quedado desordenado. Parece
como si allí hubiera ocurrido algo y hubieran tenido que abandonar aquel lugar
con celeridad. Empezó a escuchar ruidos, por lo que cogió su emisora para dar
aviso a la policía, pero ni ésta ni su móvil personal funcionaba, algo estaba
inhibiendo la frecuencia. En ese momento empezó a sentir algo de miedo. De
repente las duchas se abrieron y se escuchaban portazos. No sabía lo que allí
pasaba, pero ese temor inicial se tornó en pánico cuando de esas duchas
salieron unas botas que se le acercaban, mientras llantos y risas terroríficas
se perdían en aquella sala. Sacó su arma y disparó hacia lo que portara esas
botas verdes, pero no consiguió nada más que las risas aumentaran.
Salió de
aquella habitación e intentó buscar refugio en otro lugar, para ello corrió
hacia la nave central donde estaba toda la maquinaria. A pesar de no haber
electricidad, todo se conectó y una atmósfera fría con una tremenda humareda se
apoderó de aquel lugar, un humo denso que le dificultaba mucho la respiración,
casi arrastrándose y con un pañuelo tapándose la boca y la nariz llegó a unas
oficinas. Allí dentro había un teléfono y en ese momento sonó. Vio en ese ring
una salvación a su vida, nada más lejos de la realidad.
-
¡Socorro, ayúdenme! – susurraba Jorge para que
no dieran con él.
-
No saldrás con vida de aquí – le respondió una
voz como de ultratumba-.
Aterrado, y
con la poca luz que entraba por una ventana con unas fuertes rejas procedente
de la luna llena que hacía aquella noche, se dirigió hacia unos papeles que se
encontraban sobre el escritorio de aquel lugar. Le habían llamado la atención. Con su linterna pudo comprobar que se trataba
de un periódico en el que aparecía una noticia que le dejó atónito, se hacía
mención al descubrimiento de un antiguo cementerio que había salido a la luz al
iniciarse las obras que Jorge apreció a su llegada.
Después de eso
su objetivo fue salvar la vida, pero algo empezó a golpearlo sin cesar, una
mezcla de escalofríos y dolor se le extendían por todo el cuerpo. Por lo que
intentó salir de aquella oficina, pero lo empujaron contra la pared causándole
heridas. Con sus últimas fuerzas pudo llegar hasta la puerta, pero estaba
cerrada. Parecía que no había escapatoria, sin embargo, encontró un hacha junto
a un extintor, con la que tras golpear con su último aliento consiguió
derribar.
Con intuición
y algo de suerte consiguió llegar al coche, y tras varios intentos pudo arrancarlo,
por lo que parecía que podría escapar de allí. Una vez abandonado el Polígono y
camino de la ciudad en busca de ayuda, algo le tapó los ojos forcejeando con
él, hasta que en una fatídica curva el vehículo cayó por un precipicio, sin
dejar el menor rastro del vigilante.
Después de su
desaparición, la empresa no quiso saber más de aquel lugar y la policía lo
precintó. Tras años de investigación no se logró esclarecer nada del paradero
de Jorge.
Una ronda siniestra, por Manuel M.